Sana tu interior y comienza a amar

En algún momento de mi niñez se instaló en mi mente la creencia de que ser eficiente era la única forma de ser vista. Yo era la hija perfecta, la estudiante perfecta, la ejecutiva perfecta y perfectamente impecable también por fuera. Durante mucho tiempo invertí gran cantidad de energía para alimentar a mi ego y sostener esa imagen.

En mi mente no existía la posibilidad de ser imperfecta porque eso implicaría no servir impecablemente y por lo tanto no ser vista. Mi juez interno era más grande que el Popocatépetl (un volcán mexicano) y sostenerlo en el tiempo, me llevo a espacios de mucho agotamiento, mucha frustración y un desgaste emocional grande. Todo por no ser capaz de aceptar la perfección y la luz de mi humanidad y amarme con todo mi propio paquete.

Un día y después de una enfermedad que afectó mi sistema nervioso central, me di cuenta de que ese volcán era la armadura que yo cargaba para proteger la híper sensibilidad de un corazón que había sido lastimado y que no estaba listo para asumir la responsabilidad de que ya no era un corazón de niña, sino uno de una mujer con la honestidad y la intención de comenzar a servir desde el amor y no de amar desde el temor.

Por años había protegido un corazón de niña, negando así la gran capacidad de amar del corazón de la mujer.

Pude ver que la forma de deshacerme del volcán, no era proteger el corazón de la niña sino expandir el corazón de la mujer, dejándolo brillar sin miedo, asumiendo el gran poder que habitaba en mi propia vulnerabilidad y honestidad.

Recobrando el poder

Todas tenemos niñas lastimadas que de vez en vez claman por manifestarse, por llevarnos a espacios de drama, de culpa, de miedo y de juicio. La forma de sanar a la niña es descubrir el verdadero poder de nuestra diosa, de nuestro útero energético de las mujeres reconectadas al corazón y a Dios.

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